lunes, agosto 22, 2005

¡Al rincón!

Hace un poco más de una semana, una jueza de San Rafaela condenó a siete menores a arresto domiciliario.
Uno de los menores fue condenado por estar en una plaza destruyendo bienes de la comunidad (faroles) a piedrazos.
Los otros seis estaban en otra plaza, con un rifle de aire comprimido, supuestamente jugando y teniendo como víctimas a pajaritos desprevenidos que andaban por el lugar. En medio de la caza intensiva (que conste que no era época de veda), un joven pasó y recibió un disparo en la cara.
A la jueza le llegaron los dos casos y los menores terminaron en sus casas, con la prohibición de salir de ella durante quince días, salvo que salieran en compañia de su padre, madre o tutor.
La jueza quiso ser ejemplificadora y corregir a los purretes en su descarriado accionar.
Los padres pusieron el grito en el cielo, ya que consideraron: primero, que la jueza había invadido sus funciones como padres al estar ella castigando a sus hijos y segundo, que estaban mancillando el nombre de los chicos - e inderectamente el propio - y exponiéndolos a una corrida periodística.
Ahora, yo me pregunto:
1. En el caso de los menores que estaban jugando con un rifle de aire comprimido, ¿qué hacían esos chicos con un arma en su poder? ¿No sería en ese caso responsable el dueño de la misma, que la dejó a mano o hasta quizás se la dio a su hijo para que juegue con ella?
2. El otro chico fue condenado por romper a piedrazos los faroles de la plaza. Nadie pone en duda que eso está mal. Pero sinceramente, ¿no sería más relevante empezar por acusar a los que diariamente hurtan recursos del erario público?
3. ¿Arresto domiciliario para estos menores? Si lo incumplen ¿se van a ir a la cama sin comer? Tienen la misma pena que Massera, Videla y otros tantos genocidas (y es sabido que no la cumplen). Hay algo en las proporciones que no está bien.
Las preguntas siguen y siguen. Y a medida que más lo pienso, menos me cierra.
El pobre chico que pasaba por la plaza y se ligó una herida de arriba, tiene todo el derecho de quejarse y pedir que su situación se recomponga. Pero en este caso, no me parece que sean los chicos los responsables.

He dicho.


(por ahora)


Que conste que me (les) he ahorrado los fundamentos estrictamente jurídicos.

jueves, agosto 11, 2005

Oda Odiosa

Dejé sonar el teléfono cuatro veces y corté inmediatamente.

Estoy harta de escuchar tu maldito número de teléfono dicho por el condenado tipo (que en realidad no tiene la culpa) a quien detesto casi tanto como a la cancioncita bobalicona con la que me dejan esperando el tiempo que quieren los bastardos de la compañia telefónica, cuando lo único que quiero saber es un estúpido número de teléfono que por esas endemoniadas casualidades no figura en guía.

Entonces me acuerdo del imbécil de Neustadt haciéndose el gracioso y dejando que el teléfono siguiera llamando mientras el seguía con su odioso programa, para demostrar así la inoperancia de las empresas estatales.

Mientras tanto, vuelvo a discar tu número. Disco con la idiota esperanza de que, mientras yo me tomo unos pocos segundos en marcar, a vos se te ocurra llegar o que alguien se digne en atender el inservible teléfono.

No. Se ve que estás hablando por teléfono así que, sin que llegue a sonar ni una sola vez, escucho la odiosa voz del tipo, por enésima vez en esta tarde.

Vuelvo a intentar una y otra vez. Re-call. Discado. Re- call de nuevo.

Al fin.

-Consultorio...