jueves, enero 28, 2010

Las comparaciones son odiosas*. Hoy: Los Cánones Estéticos

Los cariocas y las cariocas son conocidos mundialmente por sus cuerpos esculpidos. Y si uno va para Ipanema podrá corraborarlo. La ciudad está llena de personas con hermosos cuerpos. Y las mujeres, por ejemplo, que no cumplen con ese canon de belleza, están haciendo siempre dietas y yendo al gimnasio como la mayoría de las porteñas. Es más, alguien me digo que hay una academia (un gimnasio) por cada 5 personas!
La diferencia está en la actitud que estas cariocas tienen y la actitud que los demás tienen hacia ellas. 
La carioca con sobrepeso no duda en ponerse esos microshorts ni esa microbikini. No, no. Las cariocas mueven sin timidez, sin pruritos, sus generosas bundas decoradas por un hilo dental. Y nadie hará un comentario odioso. Nadie echará una mirada maliciosa.
Simplemente maravilloso. 






* No todos los cariocas son iguales. No todos los porteños son iguales. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Algunas veces las excepciones son maravillosas y otras, terribles (dependiendo de la regla, claro)

lunes, enero 25, 2010

Las comparaciones son odiosas*. Hoy: El Colectivero

Si bien Río de Janeiro tiene una población varias veces mayor a la de Buenos Aires, también tiene una extensión mayor, lo que hace que no estemostodos  tan amontonados. Y el tránsito, si bien en días laborables y  en determinadas zonas es muy muy pesado, no alcanza a ser lo que es en Buenos Aires. Tal vez tenga que ver también con un mejor planeamiento.
El carioca no usa la bocina como lo hace el porteño - es decir, todo el maldito tiempo y para cualquier pavada - y la gente suele respetar la prioridad del peatón en los cruces (y en otros lugares también).
Dentro de este cuadro encontramos al colectivero, sujeto querible en Río. El colectivero carioca, básicamente es buena onda. Primero, si estás corriendo para alcanzarlo y no llegás a la parada, te esperará. Y si no te ve y alguien le avisa, parará. Si estás en cualquier lugar distinto de la parada, hay grandes posibilidades de que todas maneras abra la puerta para que subas. 
Por otro lado, te dejará bajar casi en cualquier lado. Con tan sólo pedirle, es muy posible que abra la puerta para que desciendas donde mejor te conviene.
Saluda cuando subís, jamás le dice a sus pasajeros improperios, no te trata de mamita, vieja, abuela, piba. Y generalmente, sonríe.
Recuerdo estar saliendo del súper, la tarde de Nochebuena, cargada con bolsas, super atrasada, cuando vi el bus que precisaba tomar que estaba a punto de doblar. Sabía que tendría que esperar un buen rato hasta que el próximo viniera. El Sr. Colectivero debe haber visto mi cara de decepción, porque me hizo señas para saber si precisaba tomar ese bondi. "Sí", le dije yo moviendo la cabeza con entusiasmo. 
Estaba en una esquina con varios cruces, y el semáforo no me favorecía, así que impaciente esperaba. El colectivo giró en la esquina y ¡PARÓ! a unos metros para esperarme. El semáforo cambió, crucé rápidamente y fui casi corriendo hasta el colectivo que me esperaba. INAUDITO. 
¡Así sí que da placer viajar!




* No todos los cariocas son iguales. No todos los porteños son iguales. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Algunas veces las excepciones son maravillosas y otras, terribles (dependiendo de la regla, claro)

sábado, enero 23, 2010

Las comparaciones son odiosas*. Hoy: La Noción del Tiempo

Parece que el tiempo transcurre de otra manera para el carioca. Y si bien el porteño no se distingue por su puntualidad, lo del carioca alcanza límites inamaginables. Y no es negligencia, no. Simplemente viven el tiempo de otra manera.
Si uno coordina para hacer algo por la noche con un carioca. Conviene chequear antes de salir de casa. Puede ser que en el medio haya hecho otros planes que lo retrasarán o que, directamente, harán que nunca llegue.
Sentarse en un boteco a tomar cervezas, para el carioca, no es una actividad que deba tener fecha de vencimiento, por lo que pueden estar por horas y horas allí sentados.
No es mala leche. Y aunque uno podría verlo casi como algo desconsiderado, tiene que entender que hay una diferencia cultural muy grande.
Al carioca le gusta disfrutar. Y no le gusta planear. Así que, si tenía un plan, pero a último minuto sale uno mucho mejor, no dudará por un segundo cambiarlo. Con suerte enviará un mensaje de texto o llamará a las cinco personas que ya están en otro bar esperándolo.
Si alguien de Río te dice "nos vemos a las 10". Siento comunicar que eso nunca sucederá. Lo más sensato en estos casos es o llegar una hora más tarde o llevar un libro para que la espera sea más amena.
Si bien muchos cariocas usan reloj, y si bien la ciudad está llena de relojes - que además de indicar la hora, indican la temperatura, cuestión de la que ya hablaré - eso no impide que su interpretación de los segundos, minutos y horas sea otra. Una más flexible. Más relajada. En fin... más carioca.
Lo ideal, es adaptarse a la cultura local y comenzar a disfrutar de esa visión del tiempo social.



* No todos los cariocas son iguales. No todos los porteños son iguales. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Algunas veces las excepciones son maravillosas y otras, terribles (dependiendo de la regla, claro)

lunes, enero 18, 2010

Hasta qué punto es algo positivo tener esa incesante necesidad de conocer lugares y cosas nuevas, me pregunto.  Y me pregunto, hasta qué punto está bien sentir curiosidad por lo que no estamos viendo, oliendo, sintiendo, conociendo.

Ay.

domingo, enero 10, 2010

Mi estado casi casi zen me permite lidiar de una manera poco estresante con todas las idioteces que se me cruzan al camino. En cualquier momento hago la gran Ari Palluch y escribo un libro inútil.

viernes, enero 08, 2010

Tuve uno de los sueños más extraños de mi vida. Fue una mezcla de Galaga, Star Wars, Men in Black, el Pompidou y Año Nuevo en Copacabana.