sábado, marzo 03, 2012

Everyone says I Love You


Una compañera del trabajo, cada vez que termina una conversación telefónica con su hermano o madre o con su novio, se despide diciendo “Chau, te amo”. No sé si será mi cinismo que viene alcanzando niveles parecidos a los de mi acidez, o si realmente será que el soft power afecta a algunas personas más que a otras, pero la verdad es que cada vez que la escucho decirlo – esto es, un par de veces al día – si bien intenta ponerle intención y emoción a la frase, ésta suena hueca, falsa.

El “te amo”, se ha convertido en el lenguaje cotidiano de muchas personas en una frase caballito de batalla destinada de alguna manera a disfrazar una profundidad que no existe, una sensibilidad que no es tal, un afecto del que quizás se pueda dudar.

Por otra parte, muchas películas y series muestran que el amor es amor cuando atraviesa dificultades, cuando la pareja tiene que sortear obstáculos y realizar grandes gestos para demostrarle al otro cuán grande es su cariño. Los personajes dicen “te amo” bajo la lluvia, antes de que el otro suba al avión que lo lleva a China para siempre, minutos antes de realizarse una operación riesgosa, después de hacer el ridículo como manera de pedir perdón por algo y en todo otro tipo de situación de un dramatismo generalmente irreal, que hace que muchas personas que tienen dificultades para distinguir entre un típico guión pochoclero y la realidad, y que tienen problemas más humanos, más reales y menos escenificables sientan que su amor quizás no sea tan auténtico, tan profundo, tan importante como aquel que vieron en la última película de Anne Hathaway.

Es por eso, que intentan equilibrar la ausencia de emoción cinematográfica de la que su relación quizás padezca con declaraciones de amor que rayan lo guionado.

Parece que el “te quiero” le quedó chico a muchos, y en cualquier momento empezaré a escuchar como personas despiden al almacenero del barrio diciendo “chau, don pedro, le amo”. Ya no quedan muchos almaceneros, quizás esté justificado.


sábado, febrero 18, 2012

El espejo tiene mil caras

En mi casa hay varios espejos: el de mi habitación tiende a alargar todo lo que refleja, el del living hace todo lo contrario y el del baño depende desde dónde te mires te devuelve una imagen distinta ya que tiene una cierta imperfección en el centro.

Si le pido a tres personas que me describan físicamente, todas coincidirán en las cosas generales – cabello castaño, ojos grandes y oscuros, nariz prominente – pero es posible que no estén de acuerdo en los pequeños detalles. Quizás uno sufre de astigmatismo, quizás otro me quiera mucho, quizás otra me odie, y su visión de cómo soy estará influida por sus emociones.

El charco que se formó por la lluvia en la puerta de mi edificio me mostraba ayer más morena de lo que mis espejos me muestran y de lo que las tres personas dirían de mí. El reflejo del vidrio de la puerta de mi oficina me hace ver algo granulada. Y, a veces, si estoy contenta, no importa dónde me mire, me veo linda.

Pero no hace diferencia cuánto lo intente, es irrelevante en dónde me mire, la realidad – si es que acaso existe una – es que nunca sabré positivamente cómo luce mi rostro.

lunes, enero 16, 2012

El experimento

Cada cosa que nosotros comemos con naturalidad, hace miles y miles de años fue probada por alguien por primera vez. Como por ejemplo, la nuez. Alguien se arriesgó, la abrió y con un cincuenta porciento de posibilidades de que fuera letal, la comió. Quizás, el primero que la haya probado fuera alérgico a las nueces y eso haya hecho que la nuez fuera intocable por un tiempo, o al menos hasta que todos los que tenían recuerdo del incidente de la nuez murieran, porque, en esa época, no había mangueras.