martes, noviembre 24, 2009

Filosofía barata y ojotas de goma

El dinero limita la libertad. Si bien la impresión que uno tiene es la contraria, uno cree que el dinero es lo que nos proporciona libertad, es justamente él quién nos la coarta. La impresión errónea surge de esa idea de que parece difícil concebir una vida plenamente libre sin dinero.
En este momento, por ejemplo, siento una libertad que no creo haber tenido/sentido en ningún otro momento de mi vida.
No tengo que levantarme a determinado horario, ni cumplir determinada cantidad de horas de trabajo, ni nada por el estilo. Como, duermo, camino, me siento, me zambullo en el mar... hago todo esto y mucho más cuando me place. El único límite es el de mi imaginación y el de mi energía.
Y, ¿por qué puedo hacer esto? Porque tengo dinero. Porque me sometí a cumplir un horario de un trabajo que no me gustaba. Sólo para ahorrar plata. Me levanté durante mucho tiempo a la misma hora; tomé el mismo subte o bondi todos los días; maté, no, asesiné sin piedad ocho horas diarias de mi vida, de lunes a viernes. ¿Para qué? Para poder comprar un poco de libertad. Me vendí al sistema para poder escaparme de él por un rato.
Y si bien disfruto de este paseo libertario, no puedo evitar pensar que, cuando el dinero se acabe, tendré que volver al universo capitalista para poder comprar una nuevo dosis de esta dicha.

lunes, noviembre 09, 2009

No sé si fueron los treinta y pico grados a la sombra, o el chopp que me tomé bajo el toldo del Amarelinho, o el hecho de la que la terapia carioca está funcionando, o todo junto, pero lo que sí sé es que cuando el señor que estaba sentado a mí lado empezó a chasquear la lengua contra su paladar sin clemencia ni intermitencia, yo - contra todo instinto natural - no me cambié de asiento.

That's life, that's what people say..

Una cree que sabe lo que es la buena vida, hasta que se encuentra con los pies en el agua templada, en una noche cálida, con una skoll en la mano derecha, y sosteniendo el vestido con la izquierda, una madrugada de lunes, sabiendo que esto no se acaba en uno días.

viernes, noviembre 06, 2009

Uno...dos... Es lo que me lleva sentir el olor del milho cuando paso por el carrito de la esquina.

jueves, noviembre 05, 2009

Prueba irrefutable de que estoy en Brasil

El olor del maracujá mientras estoy bajo una sombrilla (debido a los 100º) y miro el mar turquesa.

miércoles, noviembre 04, 2009

Cambiando el código postal o la Solución a mis neurosis

Hace un tiempito hablaba de la posible solución a mis neurosis. Y en este preciso momento, me encuentro en camino a intentar comprobar empíricamente que mi solución es, efectivamente, una solución.

A partir del día de la fecha, estaré transmitiendo desde Brasil.

¿Seré igual de neurótica en el país vecino de playas con arenas blancas, maracujá y bossa nova?

¡Espere a las próximas ediciones de este apasionante experimente!







Apasionante para mí, claro.

The world is a handkerchief. Parte VII.

Más pruebas contundentes de que el mundo es un pañuelo (y de los chicos):

- ir un sábado a la noche a una fiesta con una amiga. Ella hace notar la cara de orgasmo que pone un chico - que estaba justo al lado - mientras baila. El chico tiene cara de orgasmo durante gran parte de la noche, se ve que disfruta mucho de la música. Su amigo también baila mucho, pero la cara de orgasmo no viene incluida (se ve que el no disfruta tanto de la música). El lunes siguiente, subir al tercer tren del subte y ahí encontrar al muchacho. Al no-orgásmico.
- otro sábado, pensar "voy a ir caminando hasta casa, así paso por Baraka y compro un rico pan". Caminar unas veinte cuadras, llegar a Baraka y encontrarse con que ya no hay más pan. El viernes siguiente, enterarse que dos de sus amigos habían pasado 15 o 30 minutos antes y uno de ellos  decidió, de manera desconsiderada, llevarse todos los panes que quedaban. Así está el mundo.