La plaza está más linda que nunca. Me fui antes del trabajo porque tenía (tengo, en realidad, al momento de escribir esto) que estudiar, porque en unas horas rindo un examen y aún no he leído nada.
Después de casi dormirme en la biblioteca del trabajo, decidí que lo mejor era ir a tomar un café por ahí.
Lo que no me esperaba al salir del edificio era semejante día.
Desde la oficina, puedo pispear el cielo, pero la verdad es que ese rectángulo que se ve desde mi ventana, me puede dar sólo una idea de cómo está afuera.
Y así sucedió. Yo podía ver que estaba despejado, pero no me esperaba al sol en su máxima expresión. Una tarde primaveral. La gente sentada, acostada, reunida sobre el césped de la inesperadamente iluminada plaza.
Extranjeros sacando fotos, niños corriendo palomas, algunos almorzando.
Suspendí el plan del bar, pasé por un kiosco y con un café en una mano y la carpeta en la otra, encontré un árbol de lo más acogedor.
Inevitable una suerte de siesta con el sol en la cara.
La verdad es que me resulta extraño como en el centro de la ciudad, puede haber tanta tranquilidad.
A una cuadra, "la city porteña", que creo que ni se enteró de cómo se comportó el clima con nosotros dándonos una tarde tan espectacular.
No puedo evitar amargarme un poquito al pensar en la cantidad de días espléndidos que me habré perdido y que me perderé encerrada en la oficina 1130.
Pero la realidad es, que sentirme tan bien como me siento en este momento hace que me olvide de eso y disfrute, bajo el sol.
cuando escribí esto no pude evitar recordar a p.