sábado, diciembre 05, 2009

Capitanes de la Arena

Es un libro de Jorge Amado, que cuenta la historia de grupos de niños huérfanos o abandonados que viven en comunidad cerca de la playa de Salvador, y cuya subsistencia, depende principalmente, de robos y asaltos.
Son verdaderamente niños, que llevan una vida durísima de adulto. Que han sufrido - y sufren - el maltrato de casi toda la sociedad.
Y este es el libro que estoy leyendo.
Hace una semana, estaba en el barrio de Lapa, aquí en Río de Janeiro, y vi como un grupo de diez, doce crianças rodeaba a las personas que pasaban cerca de ellos y metían sus manos en los bolsillos y carteras. La gente, espantada, trataba de pasar lo más rápido posible y escaparse de estos pequeños bajitos y se daba cuenta de que le faltaba la billetera, el celular, o todo!
Cuando los vi ese viernes, lo primero que pensé fue "Son los Capitanes de la Arena de Rio", y me generaron un poco de temor y mucho, pero mucha pena. ¿Qué hace un nene de cinco años robando por las calles? ¿Por qué terminó ahí? ¿Por qué nadie hace nada?
Ayer, salía de Democráticos, también en Lapa, e iba hablando con una de las chicas con las que había salido, mientras miraba los omnibus que venían para ver si alguno era el que necesitaba tomar. De repente, la chica me dice que crucemos que... No terminó la frase, estábamos rodeadas por los Capitanes de la Arena cariocas.
Dos nenes y una nena, tenían las manos sobre mi cartera e intentaban sacármela. Intenté negociar. Imposible. Miré en un segundo rápido para el lado de la otra chica, que también luchaba por su cartera.
A mi izquierda aparece un chico que nos separa, que me ayuda a lograr desprender sus manos de mi cartera, que ahora está rota. Pero sigue siendo mía. Abrazando mi cartera, porque los chicos siguen estando allí, voy a ayudar a la otra chica.
En ese mismo instante, baja un taxista y amenaza a los chicos que tiene un arma - cosa que no era verdad - y logra que varios salgan corriendo.
Las dos agarramos con fuerza las bolsas, y nos damos cuenta de que conocemos al chico que había venido primero a ayudarnos.
Yo lo había conocido una semana atrás en mi fiesta de cumpleaños. Y él simplemente pasaba por ahí, y vio que nadie hacía nada para ayudarnos e intervino, sin haberse dado cuenta al principio de que nos conocía.
Agradecimos al taxista, que se subió al auto y se fue. Le avisé a los dos policías que estaban a menos de 20 metros de que había un grupo de chicos robando ahí nomás. Tuve que ver sus caras de "pfff... qué se le va a hacer" (como sea que se diga eso en portugués) . Y luego, los tres nos fuimos a tomar un chope, a reírnos de la situación, a darnos cuenta que fue un descuido de nuestra parte, y que, una vez más, el mundo es un pañuelo.

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