El primer acercamiento que tuve a Néstor Kirchner fue en las elecciones presidenciales del 2003. El candidato a quien yo había votado había salido 7º u 8º y la segunda vuelta se definiría entre Kirchner y el otro.
Como mi odio hacia el otro era tan inmenso, antes de que se bajara de la segunda vuelta, yo había tomado la decisión de votar por primera vez en mi vida a un peronista.
Me alegré de que no hubiera segunda vuelta pensando que por suerte no tendría que votar a un justicialista y que cualquier opción no sería peor que la del Frente por la Lealtad.
Me equivoqué.
La opción no sólo no fue peor sino que demostró ser notoriamente mejor.
Vengo de familia radical, milité durante largo tiempo en el socialismo, durante años dije bestialidades de los peronistas, y Néstor y Cristina han logrado lo que parecía imposible: que yo apoyara abiertamente a un partido de raíz justicialista.
Me encontré en discusiones y en marchas, apoyándolos, apoyando a esta gestión que primero con él, y ahora con ella, tanto contribuyó a que el país estuviera un poco mejor.
Eso fue Néstor, eso es Cristina: personas que hicieron y que hacen que uno apoye a un gobierno sin importar sus orígenes políticos, porque algunas cosas simplemente funcionan, simplemente están bien.