lunes, julio 09, 2007

Dilemas

Este verano cuando estaba en Jericoacoara (ya comenté sobre el lugar en otro momento), estaba tirada en una Red (hamaca para el brasilero) con un anotador y lapicera en mano, dispuesta a escribir algo.
En mi mochila de viaje había llevado un libro de Henry James, que me olvidé en Natal, y los implementos necesarios para poder escribir.
Pensaba que la tranquilidad de unas lindas vacaciones serían el escenario ideal para redactar algunas cosas, esperando que alguna resultara medianamente potable.
Entonces, esta allí, acostada en un red frente a nuestra habitación, llegada de la playa, con olor a a mar, a Brasil, con la temperatura ideal, atardeciendo ya...no hay momento más lindo que las seis de la tarde en el nordeste brasilero...
Estaba allí, relajada, dispuesta, pero no se me caía una sola idea. Una sola idea buena. Todas boludeces. Cosas felices, intrascendentes, bobas. Y ahí es cuando me di cuenta porque Coelho escribe lo que escribe.
Le comenté a mi amiga la reflexión y se rió mucho. En cambio yo me preocupé.
Si uno está en un ambiente tranquilo, relajado, en un estado de paz y felicidad...¿se puede escribir?
Y entonces empecé a hacer un repaso mental de los datos bibliográficos que tenía de los escritores que más me gustan.
Enfermedades mentales de todo tipo (es un clásico). Suicidios. Padres ausentes. Madres abandónicas. Problemas económicos. Alcoholismo. Ausencia de reconocimiento. Sífilis. Cáncer. Ceguera. Sordera. Angustia. Soledad. Y enfermedades mentales y suicidios nuevamente.
¿Es que acaso para escribir algo ínfimamente bueno, mínimamente leíble hay que ser un sufrido e infeliz?
¿Pretender escribir bien con el tiempo implica renunciar a la felicidad?
¿O acaso pueden combinarse las dos cosas?

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