Enfermiza relación llevan hace años. Entre idas y venidas, parece que nunca han dejado de estar juntos. O que nunca estuvieron juntos.
Hace rato que ella se llevó sus cosas y se instaló en la casa de su hermana. Él, aparentemente, siguió con su vida, y habla de lo bien que está, al fin solo. Sin ella, "enferma de la cabeza", que no hace otra cosa que torturarlo con sus continuos reproches y jueguitos de culpa.
Ella, entre llanto y vituperios, dice que él no entiende nada. Pero que ya va a entender. Que "el turro" se va a dar cuenta de lo que realmente vale y va a volver, arrepentídisimo y ella, como está harta de su inmadurez, le va a decir que no vuelve nada y él se sentirá devastado.
Esta escena se repite por lo menos dos veces al año.
El intenta volver a su vida de soltero, y se aparece en la casa de sus amigos (todos casados) y habla pestes del matrimonio, ante la mirada espantada de las esposas y la mirada suplicante de sus amigos: Esto después implica conversar con su mujer de "la cuestión". Y siempre termina con una situación tensa al momento de irse a acostar, una vez ya lavados los platos y hablado todo lo que nunca podrán entender. Lo único que saben es que, la presencia de su amigo devenido esporádicamente en soltero, no hace bien al ambiente familiar.
La hermana de ella, veinteañera y estudiante, recibe a su hermana, sólo porque sabe que no tiene a otro lugar a donde ir.
Sus padres dejaron de tolerarla hace mucho tiempo.
Pero su presencia le incomoda. Ella, que está en su momento de plenitud, está harta de tener que quedarse a consolar a su hermana cuando tiene tres chicos continuamente mandandole mensajes porque la quieren ver.
Todo su entorno saben que van a volver.
Que son enfermos. Enfermos por el otro. Que cuando están separados dicen barbaridades, que luego olvidarán en el momento que ella baja del ascensor y lo ve a él esperandola en el umbral del departamento.
Así como saben que vuelven, una vez que están juntos también saben que la nueva convivencia es efímera.
Incluso los vecinos pueden saber, aproximadamente y por el tenor y el volumen de las discusiones, cuándo ella dará el "portazo final", mejor dicho el portazo "final".
Finalmente, en un futuro muy cercano, su hermana y sus amigos se cansarán. Ya no los recibirán más. Nadie oirá sus quejidos, sus llantos, sus exageraciones. Nadie abrirá la puerta. Ni atenderá el teléfono. Ni siquiera para saber que se reconciliaron.
Y ese día, la "enferma de la cabeza" y "el turro", tendrán que dejar de lado "la cuestión" porque estarán condenados a convivir, hasta que la muerte (natural o no) los separe.
Hace rato que ella se llevó sus cosas y se instaló en la casa de su hermana. Él, aparentemente, siguió con su vida, y habla de lo bien que está, al fin solo. Sin ella, "enferma de la cabeza", que no hace otra cosa que torturarlo con sus continuos reproches y jueguitos de culpa.
Ella, entre llanto y vituperios, dice que él no entiende nada. Pero que ya va a entender. Que "el turro" se va a dar cuenta de lo que realmente vale y va a volver, arrepentídisimo y ella, como está harta de su inmadurez, le va a decir que no vuelve nada y él se sentirá devastado.
Esta escena se repite por lo menos dos veces al año.
El intenta volver a su vida de soltero, y se aparece en la casa de sus amigos (todos casados) y habla pestes del matrimonio, ante la mirada espantada de las esposas y la mirada suplicante de sus amigos: Esto después implica conversar con su mujer de "la cuestión". Y siempre termina con una situación tensa al momento de irse a acostar, una vez ya lavados los platos y hablado todo lo que nunca podrán entender. Lo único que saben es que, la presencia de su amigo devenido esporádicamente en soltero, no hace bien al ambiente familiar.
La hermana de ella, veinteañera y estudiante, recibe a su hermana, sólo porque sabe que no tiene a otro lugar a donde ir.
Sus padres dejaron de tolerarla hace mucho tiempo.
Pero su presencia le incomoda. Ella, que está en su momento de plenitud, está harta de tener que quedarse a consolar a su hermana cuando tiene tres chicos continuamente mandandole mensajes porque la quieren ver.
Todo su entorno saben que van a volver.
Que son enfermos. Enfermos por el otro. Que cuando están separados dicen barbaridades, que luego olvidarán en el momento que ella baja del ascensor y lo ve a él esperandola en el umbral del departamento.
Así como saben que vuelven, una vez que están juntos también saben que la nueva convivencia es efímera.
Incluso los vecinos pueden saber, aproximadamente y por el tenor y el volumen de las discusiones, cuándo ella dará el "portazo final", mejor dicho el portazo "final".
Finalmente, en un futuro muy cercano, su hermana y sus amigos se cansarán. Ya no los recibirán más. Nadie oirá sus quejidos, sus llantos, sus exageraciones. Nadie abrirá la puerta. Ni atenderá el teléfono. Ni siquiera para saber que se reconciliaron.
Y ese día, la "enferma de la cabeza" y "el turro", tendrán que dejar de lado "la cuestión" porque estarán condenados a convivir, hasta que la muerte (natural o no) los separe.