Lo vi tan feliz y me sentí tan despreciable por sentirme mal por su alegría... Porque yo sabía la razón de su alegía. Era tan evidente...
Rebasaba de felicidad. No podía evitar sonreir. Trataba de mantenerse serio mientras hablaba con el resto. Pero yo podía notar como se dibujaba, apenas imperceptible, una sonrisa en el rostro. Sólo identificable para mí.
Porque esa sonrisa antes no estaba. Apareció hoy. Quizá hace unos cinco minutos, o diez. Quizá a la mañana. O a la medianoche. No importaba. Estaba distinto. Y yo lo sabía. Y no podía evitar sentir una opresión en el pecho.
Mientras él no podía evitar sonreir, yo apenas podía evitar el llanto.
Sabía, lo sabía. Tenía que estar contenta por él. Al fin estaba feliz. Y era muy infeliz de mi parte entristecerme por esta recién estrenada dicha suya. Era la rabia. La ira. La decepción: No era yo su motivo de felicidad.
Hacía cinco minutos, o diez, a la mañana, o desde la medianoche alguien lo había hecho feliz. Le había dado motivos para que esa sonrisa se dibujara desobediente en su cara. Y yo no era ese alguien.
Rebasaba de felicidad. No podía evitar sonreir. Trataba de mantenerse serio mientras hablaba con el resto. Pero yo podía notar como se dibujaba, apenas imperceptible, una sonrisa en el rostro. Sólo identificable para mí.
Porque esa sonrisa antes no estaba. Apareció hoy. Quizá hace unos cinco minutos, o diez. Quizá a la mañana. O a la medianoche. No importaba. Estaba distinto. Y yo lo sabía. Y no podía evitar sentir una opresión en el pecho.
Mientras él no podía evitar sonreir, yo apenas podía evitar el llanto.
Sabía, lo sabía. Tenía que estar contenta por él. Al fin estaba feliz. Y era muy infeliz de mi parte entristecerme por esta recién estrenada dicha suya. Era la rabia. La ira. La decepción: No era yo su motivo de felicidad.
Hacía cinco minutos, o diez, a la mañana, o desde la medianoche alguien lo había hecho feliz. Le había dado motivos para que esa sonrisa se dibujara desobediente en su cara. Y yo no era ese alguien.