Arístides Pedrera y Juliano Villanueva eran colegas desde hacía ya muchos años. Habían estudiado juntos, egresado para la misma época, escrito un par de trabajos en conjunto, y dictaban clases en la misma universidad, desde 1965. Arístides filosofía medieval. Juliano, antigua.
Los dos eran también integrantes de la cátedra Rommer de Metafísica, aquí desde 1972, luego de haber ganado el concurso público.
Desde entonces, se habían perpetuado en las cátedras como piedras inamovibles.
Conocidos por cualquier alumno que pasara por esa universidad, Pedrera y Villanueva eran admirados y temidos a la vez.
Admirados por el conocimiento que parecían acumular y acumular, haciendo gala de un capitalismo cultural casi desmedido.
Temidos, por su exigencia casi arbitraria.
En una carrera como filosofía, todo es más relativo que nunca. O no. Y este parecía ser el caso. O no.
jueves, mayo 31, 2007
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