Hace casi más de dos décadas, yo ahorraba monedas de austral en una alcancía que en realidad era una lata de UFO con una abertura hecha en la parte superior. Mis viejos ponían las monedas que tenían cuando volvían del laburo. Yo les acercaba la alcancía esperando el depósito. De vez en cuando sacaba un montón e iba hasta el kiosko que estaba a mitad de cuadra y le decía al señor o la señora que atendían "todo esto de sugus" o "todo esto de palitos de la selva" abriendo los puños sobre el mostrador y dejando caer las monedas.
Hace más de dos décadas, tenía mi primer día de clases en abril, porque durante marzo los docentes de CTERA hicieron paro durante todo el mes. El primer día de clases, mi mamá, por equivocación, me ubicó en la fila de los chicos de cuarto grado (yo era muy alta) y no supe que estaba con el grupo errado hasta que estuvimos en el aula y pasaron lista.
Hace dos décadas yo le pedía a Don Fermín, el dueño del almacén que estaba en la vereda frente a la casa de mis abuelas, que me dejara trabajar con él. Me encargaba separar los cospeles de corta y larga distancia del teléfono naranja que estaba ahí mismo, o me dejaba ayudarlo atrás del mostrador alcanzándole las cosas. Como pago, él armaba un cono de papel y lo llenaba de galletitas dulces a elección. Como eran galletitas sueltas, podía elegir de diferentes marcas.
Hace dos décadas, aprendí a andar en bicicleta, después de largas penurias, ya que me aterrorizaba la idea de caerme, de perder el equilibrio. Varias de las chicas del barrio estuvieron encargadas de intentar hacerme separar de la pared y arrancar de una buena vez. Cuando lo logré, mis trayectos fueron limitado de esquina a esquina, sin bajar de la vereda. Los mismos límites que tenía para jugar a la escondida a la noche, después de cenar.
Hace más de dos décadas cuando nos íbamos de viaje en auto, escuchábamos Imagine y Mind Games de John Lennon, Dark Side of the Moon y The Wall de Pink FLoyd, Big Generator de Yes, un compilado de The Beatles, y eso era más o menos todo. Mi mamá a veces llevaba un termo con café con leche, y le servía a mi papá mientras manejaba y mientras nosotros atrás librábamos una batalla campal aún bajo todo tipo de amenazas sin ningún tipo de efecto intimidatorio.
Hace dos décadas, mi abuela y mi bisabuela - madre e hija - estaban vivan y vivían juntas. Agobiada por hermanos y padres y la vida de departamento, me refugiaba muy seguido en su casa. En el verano, llegaba a "irme de vacaciones" unos diez, quince días. A mi familia la veía los domingos en el almuerzo o cuando iban de visita algún día en la semana. Esa casa significaba barrio, significaba Don Fermín, vereda, bicicleta, barra de amigos, patio para jugar a la maestra con un pequeño mástil improvisado para izar la bandera, titas con el té mientras miraba los dibujitos de la 5, escondida nocturna, la bruja de los colores, diez mil tipos de mancha, elástico, soga, y de vuelta todo de nuevo.
Hace más de dos décadas, me enteraba que el "RA" de las calcomanías que estaban pegadas en algunas de las puertas era sí "República Argentina" pero también "Raúl Alfonsín", y habían quedado desde la época en que mi mamá había militado para la campaña del '83.