Estoy rodeada. Dos hombres. Uno a cada lado. Los dos con camperas negras de cuero, que me hacen acordar a Barrionuevo.
Pienso en huir, pero me da la impresión que no es posible.
Me corro un poco hacia la izquierda y miro hacia adelante. Nada. Giro la cabeza hacia atrás. Parece haber una posibilidad.
Pienso que mi suerte es nefasta.
Y los dos hombres que no se mueven. Están congelados en sus lugares.
Sé que si quiero zafar de esta, me voy a tener que ir.
Pasa alguien a mi lado, pero no se da cuenta de mi situación. No alcancé a ver si era hombre o mujer. Estaba demasiado concentrada en tratar de encontrar una salida. Angustia total.
Ahora pasa una mujer. Pero tampoco...Ni mira para los costados, y yo no hago otra cosa que mirar hacia todos lados, en busca de un hueco.
Siento el olor del cuero. Muy molesto. Estoy rodeada.
Mi salud mental está al límite.
Los hombres se van turnando.
Primero uno, luego el otro. Y así...
El momento de quiebre es cuando los dos coinciden.
Nos ponemos en movimiento.
Miro de nuevo hacia atrás y veo una posibilidad.
Sin pensarlo, me levanto.
No puedo pasarme todo un viaje escuchando como uno se come las uñas y como el otro estornuda sin apenas taparse la boca.
Llamenme neurótica, pero un viaje en colectivo, en esas condiciones puede ser un desastre.
Nota: se encontraron en el fondo del colectivo, dos asientos desocupados, por lo que el viaje resultó muy placentero.
lunes, junio 13, 2005
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