Si bien Palito Ortega no es porteño, era él quien cantaba una oda a la felicidad (una oda bastante pelotuda, si alguien quiere saber mi opinión). Y en Río, por otro lado, Jobim decía que la tristeza no tiene fin, pero que la felicidad, sí.
Estas canciones, sin duda, no representan el estado de ánimo característico del porteño y del carioca.
El porteño vive malhumorado, quejándose, y queriendo lo que tiene el vecino. El porteño toca la bocina demasiado al conducir, putea innecesariamente (véase como ejemplo "una oda bastante pelotuda" más arriba) y siempre está predispuesto para discutir.
El carioca vive mucho más relajado (quizás porque sabe que el fin de semana puede ir a la playa), sonríe mucho más que el porteño promedio, y rara vez se ven peleas en las calles.
Algunos cariocas critican este aspecto, diciendo que se vive en un estado de negación. A mí, me parece una buena manera de ver la vida.
* No todos los cariocas son iguales. No todos los porteños son iguales. Siempre hay excepciones que confirman la regla. Algunas veces las excepciones son maravillosas y otras, terribles (dependiendo de la regla, claro)