jueves, febrero 25, 2010

Por segunda noche consecutiva te despertás a la madrugada tosiendo, casi hasta el ahogo. Sin casi tener oportunidad para dar un respiro profundo, los ojos se te llenan de lágrimas, las venas del cuello se hinchan y vos corrés al baño para evitar despertar al resto.
La garganta te arde, la tos no te da tregua.
Pasás un rato encerrada en el baño, intentando calmarte, intentando apaciguar esa terrible tos y retomar el mando de tu cuerpo. Cuando lo lográs, volvés a tu cama y, luego de unos minutos, te dormís.
Unas horas más tarde - es imposible precisar cuántas - la alarma de tu celular te despierta.
Tu garganta ya no arde, no hay vestigios de la tos, nadie parece haberte oído, y vos, bueno, vos no podés evitar pensar si ese episodio de tos no fue simplemente un mal sueño.

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