Algunas cosas no cambian. Hace unos días tuve que interrumpir un rato la conversación porque no podría recordar el nombre de la marca de mi agenda.
Como buena neurótica obsesiva que soy, caminé con mi amiga por la librería repitiendo el abecedario, incapacitada para seguir la conversación, esperando que una de las letras resaltase.
M. Moleskine.
Y sí, sigo acomodando los sobrecitos de azúcar y edulcorante. No se puede todo, Bea.