domingo, marzo 15, 2009

Meta

Estoy en Roma. Entro a un bar, que es una construcción antigua (claro, es Roma) pero que está ambientado como en los años 60s. Lámpara de lava. Sillones retros, de esos que tienen forma de trapecio invertido. Luces bajas. Y una gran biblioteca. Llena de libros.
Me acerco y reviso los libros que hay. Saco uno, lo hojeo. Lo dejo en el lugar que estaba. Junto a "La insoportable levedad del Ser". Voy al baño. Me veo en el espejo, pero no soy yo. O al menos eso creo. Salgo del baño y vuelvo a la parte central del bar donde antes estaban todas las mesas vacías.
Ahora el lugar está lleno de gente. "¿Cuánto tiempo pasé en el baño?", no puedo evitar pensar. ¡Si ver mi no-reflejo había llevado sólo unos segundos! La gente comienza a bailar. Y yo hago lo mismo. Bailo. Bailo. Bailo...
Y de repente me despierto. Me doy cuenta que soñé con Roma. Me cuesta incorporarme. He dormido pero no he descansado. Pienso lo obsesionada que estoy con mi viaje para estar soñando con Roma. Con un bar de Roma. Con bailar en un bar de Roma. Me pregunto si encontraré un lugar similar cuando esté allá.
Salgo de mi habitación y le comento a mi amiga mi sueño. Ella me dice que es increíble lo obsesionada que estoy con mi viaje como para estar soñando con Roma. Con un bar de Roma. Increíble. Le cuento todos los detalles. Me dice que sería rarísimo pero buenísimo si encontrara un lugar parecido al que soné cuando esté allá.
Y me despierto.
Y me digo que estoy obsesionada con el viaje.

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