lunes, marzo 14, 2005

The Director's Cut

Las palabras inentendibles lo fueron sólo para Pedro. El Gran Vidente, que por supuesto se vio venir algo esto, estaba en la plaza.
Su conciencia había sido más fuerte que su intención de hacer sobrevivir a la AIC.
Así que tenemos a Pedro, al rastafari ininteligible (pero no tanto), al Gran Vidente y al dueño de La Grulla.
Sí, el dueño de la grulla en realidad es de la CIA y estaba vigilando a Pedro hacia ya un buen tiempo; y sus informantes le había comunicado de hechos importantes por suceder...
Todos están ahí porque tienen idea de algo (menos Pedro, claro está), pero no tienen idea de todo.
Las palabras del rastafari, son parte de un ritual umbandista, y el resultado del mismo es convertir las cosas y/o personas en arena... Y a lo que ya es arena, en arena blanca caribeña... Y a la que ya es arena blanca caribeña... En sal. Es un Rey Midas aggiornado.
El Gran Vidente, sabía lo que iba a suceder, pero lo agarró el tráfico en el camino hacia la plaza, por lo que llegó cuando las palabras ya estaban sido pronunciadas.
El agente de la CIA, sabía que algo iba a suceder, llegó a tiempo, pero no tiene ni idea que hace el rastafari en la escena. El no saber, lo pone violento... para no romper con las costumbres... Se acerca agresivamente al cuadro...
Pedro, de ver sólo al hombre de la túnica y no entender nada de lo que se le está diciendo, ve que la escena se hace popular... y se empieza a sentir más liviano...
El hombre de las rastas es un ser muy poderoso...
Entonces el Gran Vidente se comienza a sentir más liviano...
Entonces el agente de la CIA se comienza a sentir más liviano...
Entonces el rastafari se comienza a sentir más liviano...
Éste, no vio que cuando decía las palabras "mágicas" en esa especie de trance, justo pasaban delante de él dos hombres cargando un espejo gigante... Por lo que sus propias palabras rebotaron y fueron contra él...
Ninguno de los cuatro alcanzó a decir nada...
Y así, se formó una gran masa de arena de la unión de la desintegración de estos cuatro.
Ahora, todos, son una bella playa de estacionamiento en la Av. San Martín.

Este es otro final de la misma historia. Te invito a que te decidas por el que más te gusta. Y si no te gusta ninguno estás invitado a realizar la queja correspondiente, que será leída y como corresponde, desatendida.

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